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Jesucristo, Rey del universo. Último domingo del tiempo ordinario

Jesús buen pastor

Con la celebración del día de hoy iniciamos un nuevo año litúrgico. La reflexión nos invita a cuestionarnos como cristianos y a mejorar para ser verdaderos testimonios.

Juan 18:33-37

Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?»34Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?». Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?». Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.» Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»

 

UN  REINADO  DE  JUSTICIA  Y  DE  AMOR


I. El Señor se sienta como rey eterno, el Señor bendice a su pueblo con la paz 1, nos recuerda una de las Antífonas de la Misa.

La Solemnidad que celebramos «es como una síntesis de todo el misterio salvífico» 2. Con ella se cierra el año litúrgico, después de haber celebrado todos los misterios de la vida del Señor, y se presenta a nuestra consideración a Cristo glorioso, Rey de toda la creación y de nuestras almas. Aunque las fiestas de Epifanía, Pascua y Ascensión son también de Cristo Rey y Señor de todo lo creado, la de hoy fue especialmente instituida para mostrar a Jesús como el único soberano ante una sociedad que parece querer vivir de espaldas a Dios 3.

En los textos de la Misa se pone de manifiesto el amor de Cristo Rey, que vino a establecer su reinado, no con la fuerza de un conquistador, sino con la bondad y mansedumbre del pastor: Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas siguiendo su rastro. Como un pastor sigue el rastro de su rebaño cuando se encuentran las ovejas dispersas, asi seguiré Yo el rastro de mis ovejas; y las libraré, sacándolas de todos los lugares donde se desperdigaron el día de los nubarrones y de la oscuridad 4. Con esta solicitud buscó el Señor a los hombres dispersos y alejados de Dios por el pecado. Y como estaban heridos y enfermos, Ios curó y vendó sus heridas. Tanto los amó que dio la vida por ellos. «Como Rey viene para revelar el amor de Dios, para ser el Mediador de la Nueva Alianza, el Redentor del hombre. El Reino instaurado por Jesucristo actúa como fermento y signo de salvación para construir un mundo más justo, más fraterno, más solidario, inspirado en los valores evangélicos de la esperanza y de la futura bienaventuranza, a la que todos estamos llamados. Por esto en el Prefacio de la celebración eucarística de hoy se habla de Jesús que ha ofrecido al Padre un reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz» 5. Así es el Reino de Cristo, al que somos llamados para participar en él y para extenderlo a nuestro alrededor con un apostolado fecundo. El Señor ha de estar presente en familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo... «Ante los que reducen la religión a un cúmulo de negaciones, o se conforman con un catolicismo de media tinta; ante los que qui

eren poner al Señor de cara a la pared, o colocarle en un rincón del alma...: hemos de afirmar, con nuestras palabras y con nuestras obras, que aspiramos a hacer de Cristo un auténtico Rey de todos los corazones..., también de los suyos» 6.

 

QUE  CRISTO  REINE  EN  PRIMER  LUGAR  EN  NUESTRA  INTELIGENCIA,  EN  NUESTRA  VOLUNTAD,  EN  TODAS NUESTRAS  ACCIONES.  

II. Oportet autem illum regnare..., es necesario que El reine... 7.

San Pablo enseña que la soberanía de Cristo sobre toda la creación se cumple ya en el tiempo, pero alcanzará su plenitud definitiva tras el juicio universal. El Apóstol presenta este acontecimiento, misterioso para nosotros, como un acto de solemne homenaje al Padre: Cristo ofrecerá como un trofeo toda la creación, le brindará el Reino que hasta entonces le había encomendado 8. Su venida gloriosa al fin de los tiempos, cuando haya establecido el cielo nuevo y la tierra nueva 9, llevará consigo el triunfo definitivo sobre el demonio, el pecado, el dolor y la muerte 10.

Mientras tanto, la actitud del cristiano no puede ser pasiva ante el reinado de Cristo en el mundo. Nosotros deseamos ardientemente ese reinado: ¡Oportet illum 

regnare...! Es necesario que reine en primer lugar en nuestra inteligencia, mediante el conocimiento de su doctrina y el acatamiento amoroso de esas verdades reveladas; es necesario que reine en nuestra voluntad, para que obedezca y se identifique cada vez más plenamente con la voluntad divina; es preciso que reine en nuestro corazón, para que ningún amor se interponga al amor a Dios; es necesario que reine en nuestro cuerpo, templo del Espíritu Santo 11; en nuestro trabajo, camino de santidad...«iQué grande eres Señor y Dios nuestro! Tú eres el que pones en nuestra vida el sentido sobrenatural y la eficacia divina. Tú eres la causa de que, por amor de tu Hijo, con todas las fuerzas de nuestro ser, con el alma y con el cuerpo podamos repetir: oportet illum regnare!, mientras resuena la copla de nuestra debilidad, porque sabes que somos criaturas» 12.

La fiesta de hoy es como un adelanto de la segunda venida de Cristo en poder y majestad, la venida gloriosa que llenará los corazones y secará toda lágrima de infelicidad. Pero es a la vez una llamada y acicate para que a nuestro alrededor el espíritu amable de Cristo impregne todas las realidades terrenas, pues «la esperanza de una tierra nueva no debe atenuar, sino más bien estimular, el empeño por cultivar esta tierra, en donde crece ese cuerpo de la nueva familia humana que ya nos puede ofrecer un cierto esbozo del mundo nuevo. Por lo tanto, aunque haya que distinguir con cuidado el progreso terreno del desarrollo del Reino de Cristo, sin embargo, el progreso terreno, en cuanto que puede ayudar a organizar mejor la sociedad humana, es de gran importancia para el Reino de Dios.

»Los bienes de la dignidad humana, de la comunión fraterna y de la libertad —es decir, todos los bienes de la naturaleza y los frutos de nuestro esfuerzo— los volveremos a encontrar, después de que los hayamos propagado (...), y esta vez ya limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados, cuando Cristo devuelva al Padre el Reino eterno y universal (...). El Reino está ya presente misteriosamente en esta tierra; y cuando el Señor venga alcanzará su perfección» 13. Nosotros colaboramos en la extensión del reinado de Jesús cuando pro

curamos hacer más humano y más cristiano el pequeño mundo que nos rodea, el que cada día frecuentamos.
 

EXTENDER  EL  REINADO  DE  CRISTO

III. A la pregunta de Pilato, contestó Jesús: Mi reino no es de este mundo... Y ante la nueva interpelación del Procurador, respondió: Yo soy Rey. Para esto he nacido ... 14. No siendo de este mundo, el Reino de Cristo comienza ya aquí. Se extiende su reinado en medio de los hombres cuando éstos se sienten hijos de Dios, se alimentan de Él y viven para El. Cristo es un Rey a quien se le ha dado todo poder en el Cielo y en la tierra, y gobierna siendo manso y humilde de corazón 15, sirviendo a todos, porque ha venido no a ser servido, sino a servir, y dar su vida para la redención de muchos. Su trono fue primero el pesebre de Belén, y luego la Cruz del Calvario. Siendo el Príncipe de los reyes de la tierra 16, no exige más tributos que la fe y el amor.

 

 

Un ladrón fue el primero en reconocer su realeza: Jesús —le decía con una fe sencilla y humilde—, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino 17. El título que para muchos fue motivo de escándalo y de injurias, será la salvación de este hombre en el que ha ido arraigando la fe, cuando más oculta parecía estar la divinidad del Salvador, que «concede siempre más de lo que se le pide: el ladrón sólo pedía que se acordase de él; pero el Señor le dice: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso. La vida consiste en habitar con Jesucristo, y donde está Jesucristo allí está su Reino» 18.

Para hacer realidad nuestros deseos acudimos, una vez más, a Nuestra Señora. «María, la Madre santa de nuestro Rey, la Reina de nuestro corazón, cuida de nosotros como sólo Ella sabe hacerlo. Madre compasiva, trono de la gracia: te pedimos que sepamos componer en nuestra vida y en la vida de los que nos rodean, verso a verso, el poema sencillo de la caridad, quasi fluvium pacis (Is 66, 12), como un río de paz. Porque Tú eres mar de inagotable misericordia» 21.En la fiesta de hoy oímos al Señor que nos dice en la intimidad de nuestro corazón: Yo tengo sobre ti pensamientos de paz y no de aflicción 19, y hacemos el propósito de arreglar en nuestro corazón lo que no sea conforme con el querer de Cristo. A la vez, le pedimos poder colaborar en esa tarea grande de extender su reinado a nuestro alrededor y en tantos lugares donde aún no,le conocen. «A esto hemos sido llamados los cristianos, ésa es nuestra tarea apostólica y el afán que nos debe comer el alma: lograr que sea realidad el reino de Cristo, que no haya más odios ni más crueldades, que extendamos en la tierra el bálsamo fuerte y pacífico del amor» 20. Esto sólo lo lograremos acercando a muchos a Jesús, mediante un apostolado constante y eficaz entre las personas que diariamente pasan cerca de nuestra vida.

Antífona de comunión. Sal 28, 10-11. J1AS PABLO II, Homilía 20-X1-1983. Cfr. Pto XI, Enc. Quas primas, 11-XII-1925. - J Primera lectura. Ciclo A. Ez 34, I1-12. -- JUAK PABLO Il, Alocución 26-XI-1989. 6 J. EscrivÁ DE BALAGUER, Surco, 608. — Segunda lectura. Ciclo A. 1 Cor 15, 25. — R Cfr. ibidem, 1 Cor 15, 23-28. - ° Apoc 21, 1-2. — 16 Cfr. SAGRADA BIBLIA, Epístolas de San Pablo a los Corintios, EUNSA, Pamplona 1984, nota a l Cor 15, 23-28. 11Cfr. Pio Xl, Enc. Quas primas, cit. 12 J. ESCRIVÁ DE BAI.AGUER, Es Cristo que pasa, 181. 13 CONO. VAT. 11, Const. Gaudiunt et spes, 39. - 84 Jn 18, 36-37. 15 Cfr. Mt 11, 29. 16 Segunda lectura. Ciclo B. Apoc 1, 5. Il Lc 23. 42. — 1$ SAN AMBROSIO, Comentario al Evangelio de San Lucas, in loc. -- 19 ü er 29, 11. — 20 J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 183. 21 lbidem, 187.

 

Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad
Autor:
P. Francisco Fernández Carvajal