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¿Por qué celebramos la Anunciación en otra fecha en el 2024?

La anunciación

Desde hace siglos, la solemnidad de la Anunciación se celebra el 25 de marzo. Este día es exactamente nueve meses antes de la celebración de la Navidad.

Desde hace siglos, la solemnidad de la Anunciación se celebra el 25 de marzo. Este día es exactamente nueve meses antes de la celebración de la Navidad, que tiene lugar el 25 de diciembre.

Sin embargo, el 25 de marzo cae ocasionalmente en Semana Santa, lo que significa, en la Iglesia occidental, que se suprime la celebración litúrgica.

Cuando esto ocurre, la celebración litúrgica se traslada al siguiente día de la semana que no sea solemne.

Como la semana siguiente a la Pascua se considera «semana de solemnidades», la Anunciación se retrasa aún más.

En 2024, la Anunciación se traslada del 25 de marzo al lunes 8 de abril.

¿Qué pasa entonces con la liturgia?

Esto significa que todas las lecturas litúrgicas y oraciones para la solemnidad de la Anunciación se utilizarán el 8 de abril, aunque no sea 25 de marzo.

Si bien es cierto que podemos recordar personalmente la Anunciación el 25 de marzo y esperar la Navidad el 25 de diciembre, los textos litúrgicos no la mencionarán y se centrarán en cambio en la última semana de la vida terrena de Jesús.

¿Cuál es la lectura que nos habla de la Anunciación?

Es el Evangelio de san Lucas el que se utilizará para la solemnidad:

«En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.

Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.

El ángel le dijo: ‘No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin’.

María le dijo entonces al ángel: ‘¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?’ El ángel le contestó: ‘El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios.

Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios’. María contestó: ‘Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho’.

Y el ángel se retiró de su presencia»

Lc 1, 26-38
Autor:
Philip Kosloski de ALETEIA